Cuentan que hace mucho tiempo, vivió una bella joven llamada Kefjer que, buscando a su hermano pequeño, se internó en un bosque profundo hasta que se perdió y nunca más se supo de ella. Al poco tiempo, se empezaron a oir suaves melodías de arpa en el bosque y todo aquel que se aventuraba en el tratando de encontrar la fuente de ésa música caía preso de la locura. Los padres de Kefjer ofrecieron toda su fortuna para aquel que devolviese viva a su hija del bosque pero nadie se presentó para llevar a cabo tal empresa. Con la esperanza perdida, un día llegó al lugar un extraño hombre encapuchado y les dijo que sabía como rescatar a su hija. Según él, Kefjer se hallaba presa del arpa de plata, un arpa mágica del bosque que poseía a todo aquel que entrase en contacto con ella. La única manera de romper ése encantamiento era que alguien que no temiese a la muerte se enfrentase a la melodía del arpa. Recorrieron las tierras buscando un perfil así pero no lo encontraron hasta que cuando ya estaban totalmente desmoralizados se les acercó Zaak, un joven labrador que se ofreció para salvar a su hija en medio de las burlas y escarnios de los moradores. Los padres no confiaban en él pero aceptaron su oferta como su última esperanza. Así fué como Zaak entró en el bosque en busca de Kefjer. Prontó empezó a oir la melodía del arpa y la siguió. Caminó hasta llegar a un lugar en el bosque lleno de pequeñas estatuas de criaturas fantásticas donde la muchacha tocaba el arpa con cara perdida. Zaak se acercó a ella pero cuando Kefjer le vió empezó a tocar con más fuerza el arpa haciendo que las poderosas vibraciones se transformasen en oscuros sonidos que herían como cuchillas el cuerpo de Zaak. A pesar de ello, el muchacho siguió aproximándose hasta que llegó a la altura de Kefjer y fué entonces cuando pudo comprobar el delirio diabólico que la poseía. Sin pensarlo, le quitó el arpa de sus manos y, al instante cayó fulminado al suelo mientras Kefjer recuperaba la consciencia normal.
Los padres de Kefjer abrazaron a su hija nada más verla y lloraron de alegría mientras los aldeanos preparaban una pila para incinerar el cuerpo sin vida de Zaak. Kefjer miró con ternura el cuerpo ardiendo de Zaak que yacía sobre la pira con los aldeanos mirando el espectáculo y, separándose de sus padres, se lanzó a las llamas. Los padres, horrorizados, no podían creer el espectáculo que estaban viviendo. Los aldeanos trataron de salvar a Kefjer pero las llamas eran demasiado poderosas y, temiendo por sus vidas, se alejaron del fuego. En medio de ésta tragedia, los padres de Kefjer culparon al hombre de la capucha que veía la escena sin inmutarse. “¡¡Muerte al brujo!!” dijeron los aldeanos. El hombre sonrió y acercándose al fuego levantó lentamente su brazo derecho y acto seguido movió los dedos de su mano hacia arriba. Al momento, el fuego se detuvo y todos pudieron comprobar con sorpresa como los dos jóvenes estaban tumbados vivos en la pira y se miraban alegres.
FÍN